Glosas
... un espacio para hablar desde San Miguel
Enrique García y García*
TEXCOCO…sigue la
conquista.
Pocas veces he visto tanta propaganda a un proyecto
federal como la que está recibiendo el Nuevo Aeropuerto Internacional de la
Ciudad de México y no es para menos pues se trata de una necesidad que
reclamaba la ciudad capital de la República desde hace años. El anuncio oficial
fue hecho por el Presidente durante el mensaje que dio a la Nación con motivo
de su segundo informe de gobierno y eso acaparó la gran mayoría de las notas
periodísticas. Las multi reformas aprobadas pasaron a segundo término pues ya
no eran novedad alguna y los gobernados sólo esperábamos que se nos pasara la
estafeta para hacerlas efectivas pues el gobierno ya había cumplido. ¡Vaya
paquete que nos toca!
Después de la noticia han venido apareciendo un sinnúmero
de conferencias de prensa y presentaciones para explicar el magno proyecto que
sin duda será la mayor obra del gobierno federal que rebasará el tiempo del
actual sexenio y también del siguiente. Los medios de difusión de la obra han
sido todos los imaginables, prensa escrita, radio, televisión, internet y por
supuesto las redes sociales. Todos estamos enterados de las características del
proyecto y apenas podemos imaginar las cifras proporcionadas como su costo que
ronda en los 170 mil millones de pesos.
A todo ésto se suman las diferentes opiniones sobre el
proyecto, unas de simple adulación y otras más razonadas que lo analizan desde
distintas perspectivas: políticas, económicas, sociales y técnicas, con las que
el de la pluma coincide; sin embargo tocante al último aspecto tengo mis dudas
que se originan de la ubicación. Abundo.
Mucho se ha escrito sobre el error histórico de haber
fundado la Ciudad de México sobre el lago donde estaba la antigua Tenochtitlán
en vez de hacerlo en la orilla suroeste
del lago, en Coyoacán, como opinaban los técnicos de Hernán Cortés. El criterio
que privó fue el político y las consecuencias1 no se dejaron
esperar. Con el pasar de los años la naturaleza exigió sus derechos, el agua mostró
sus dominios y la ciudad se inundó de nueva cuenta. Del análisis de lo ocurrido
se recomendó cambiar de sitio la capital a la misma zona seca al poniente del
antiguo lago, pero no, otra vez se insistió retar a la naturaleza con
soluciones “definitivas” en el mismo lugar. La historia se ha repetido una
decena de veces, y la ciudad se sigue
inundando, hundiendo, depredando, y además, paradójicamente por estar en
una zona lacustre, sin agua.
Como consecuencia de una inundación de la ciudad en
1951, el Doctor en Ingeniería Nabor Carrillo Flores inició un análisis global
de la situación hidrológica de la cuenca del Valle de México y en 1965 publicó Proyecto
Texcoco2 donde proponía como solución a las inundaciones y
hundimientos la creación de una serie de lagos para así rescatar la zona
lacustre de Texcoco; la genialidad de la solución era devolver a la naturaleza
sus dominios. Pero no, prevaleció la opinión política y se decidió por
construir un drenaje profundo cuyo resultado falló nuevamente. Como premio de
consolación se autorizó la construcción de un lago, que lleva el nombre del
sabio mexicano, en una superficie de mil hectáreas, cuando la idea era
restaurar un área de aproximadamente quince mil hectáreas. El reto-conquista
continuó.
Esa misma idea la han expuesto diferentes expertos en
hidráulica y urbanismo, como Jorge Legorreta y Teodoro González de León quienes
han reiterado que es preciso recuperar la zona lacustre y no precisamente
ampliar las áreas verdes. La vocación de esas tierras no es la agricultura ni
la creación de praderas sino la captura de agua de escurrimientos de ríos y
arroyos que allí confluyen. En los años noventa los arquitectos González de León
y Alberto Kalach encabezaron un grupo interdisciplinario que se abocó al tema y
publicaron el trabajo Ciudad
Lacustre3; sin embargo otra vez se desechó la idea y la oportunidad
de recuperación ambiental de la Ciudad.
No dudo de las bondades ecológicas del nuevo
aeropuerto pero por qué no aprovecharlas en otro sitio más amigable con la
naturaleza donde no tengamos que forzarla, un lugar que permita que la ciudad
respire y se desconcentre. Ojalá que la superficie de preservación ambiental
que resta no se degrade más con
construcciones adicionales pues el mismo aeropuerto ya ocupará un tercio
de las áreas que eran reservadas para guardar agua.
Por el momento en Texcoco sigue la conquista.
1 Inundaciones y hundimientos, E. García y G, Glosas,
junio 2013
2 El Lago de
Texcoco, J.C. Cano, Letras Libres, sep 2011
3 Vuelta a la ciudad
lacustre, T. González de León, Letras Libres, sep 2011
7 de septiembre del 2014
Cualquier
comentario referente a esta columna es bien recibido en mi correo
electrónico: ptfsc@prodigy.net.mx y también en twitter @fisicogarcia
* Físico Nuclear, egresado de
la UNAM, con diversas especialidades en energía, agua y transferencia de
tecnología; autor de cinco libros de divulgación técnica, dos más por
publicarse, y una centena y media de publicaciones afines; editorialista en
diversos periódicos nacionales, en temas humanistas y técnicos; consultor
independiente con sede en San Miguel de Allende, Gto.
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