Glosas
... un espacio para hablar desde San Miguel
Enrique García y García*
ÁTOMOS…de cuidado.
Para no variar, las noticias nacionales e
internacionales no son nada halagüeñas y sí muy inquietantes; por un lado las
notas de corrupción afloran en el período preelectoral que se vive, y con el
principal objetivo de desacreditar a los contendientes y no para combatir los
ilícitos, lo cual deja al descubierto a nuestra política sin esencia que busca
lo de siempre, el poder político-económico. Por otra parte y en otras latitudes
aparecen noticias muy, muy preocupantes relacionadas con el uso destructivo de
la energía nuclear, provenientes de Corea del Norte y de los Estados Unidos.
La vida apacible en San Miguel de Allende permite
hacer pausas laborales para aprender algo, asistir a conciertos o escuchar presentaciones
de primera. Hace un par de días se llevó a cabo una conferencia magistral de
una persona de origen japonés,
avecindada en esta Ciudad y que sobrevivió la bomba atómica lanzada en su natal
Nagasaki. El salón del Museo Allende estaba abarrotado pues era para muchos
como el que esto relata, la primera vez que escuchábamos directamente las
vivencias de alguien que estuvo allí el día la explosión y los siguientes.
Aterrador.
Con gran entereza relató el ambiente previo en el que
se alertaba a la población, de aproximadamente 50 mil habitantes en ese
entonces, sobre los planes de protección en caso de ataque aéreo con bombas
convencionales. Era un niño de seis años que ese día no salió de su casa para
jugar con sus amigos en el campo y se quedó junto con su hermana y su madre.
Un ensordecedor estallido, similar a cientos de
relámpagos a la vez, irrumpió la mañana del 9 de agosto de 1945, cimbrando la
ciudad y cubriéndola con una nube ardiente con polvo y radiactividad que se
esparcía por toda el área urbana y los alrededores limitados por sus zonas
montañosas. La destrucción fue total en el lugar de impacto y fue disminuyendo
en los sitios cercanos. La tremenda onda mecánica y calorífica se atenuaba al
propagarse pero no así la radiación atómica que atravesaba sin dificultad el
aire y paredes de casas y edificios.
La desolación y zozobra eran patentes con los crujidos
de los edificios que se desmoronaban y los lamentos de la población civil. El
llanto de las personas especialmente de los niños era la tónica imperante en
calles inundadas de polvo y un hedor de muerte insoportable. La voz
entrecortada del relator compartía a los oyentes la angustia de los padres ante
el desastre, pero continuaba hablando con gran fortaleza de los sucesos que
vivió ese día.
Los días subsiguientes a la explosión fueron tal vez
peores pues la sed y hambre se hicieron presentes dado que no había agua
potable ni alimentos, por lo que los padres iniciaron un éxodo a las zonas
rurales para subsistir. En su camino presenciaron escenas dantescas de personas
quemadas por la esfera de calor de miles de grados que los alcanzó y aniquiló. Silencio
sepulcral.
No hacía falta tener fotografías que ilustraran lo
ocurrido pues las palabras del orador eran suficientes dado que narraba las
vivencias de un niño en medio de la tragedia en voz del ahora adulto, que desde
hace poco tiempo habla para sanar su dolor y sobre todo para que su testimonio
se mantenga vivo y sirva de alerta permanente para prevenir lo que pudiera
suceder en pleno siglo XXI.
Inmediatamente después del fin de la guerra vinieron
años en que la comunidad internacional aquilataba el poder de la energía
nuclear para la destrucción y se elaboraban programas para erradicar ese uso
bélico y por el contrario fomentar su utilización para el bienestar de la
humanidad. Hace años escribí en este espacio sobre “Átomos
para la paz”1 y comenté que fue el lema que impulsó las tareas en
la ONU para la creación de un organismo especializado que velara por las
aplicaciones pacíficas de esa energía; así nació el Organismo Internacional de
Energía Atómica con sede en Viena, Austria, hace justamente setenta años.
La voz de alerta del valiente conferencista es digna
de encomio a la que modestamente me sumo, pues el diálogo entre los dirigentes de
los países que me refería al inicio del texto lo amerita hoy más que nunca. Es
aterrador leer como uno y otro con absoluta ignorancia y máxima
irresponsabilidad se refieren a su armamento atómico. No es momento de hablar
de las múltiples bondades de la energía nuclear sabiéndola utilizar sino de
frenar a ésos y otros líderes del hecho que están jugando con fuego. Los átomos
son de cuidado.
1 “ÁTOMOS PARA LA PAZ…y el progreso”. Glosas. E. García y G. marzo 2011
1 de mayo del 2017
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